sábado, 28 de marzo de 2020

Historia de una gran fábrica de seda en Burjassot. De Juan Pampló a Anselmo Boix



   La fábrica de Juan Pampló fue una las primeras grandes instalaciones industriales para la elaboración de tejidos de seda en Burjassot. Los problemas vecinales que generaban los talleres a vapor dentro de Valencia, así como la mano de obra a un precio más reducido, llevó a muchas industrias a trasladarse fuera de la ciudad, en pueblos cercanos y bien comunicados.


   La construcción de esta fábrica de hilados y tejidos de seda comienza en el año 1871 en el nuevo camino de Valencia, a la entrada de la población, en los terrenos de la partida conocida como Racó del Pins, con unas dimensiones tan importantes que fue considerada en ese momento como la mayor de España. Su impulsor fue Juan Pampló García, empresario de la confección de seda, que ya disponía de un establecimiento anterior en Valencia con fama, al ser el único que en 1867 contaba con telares mecánicos movidos al vapor y otras innovaciones que la ponían a la altura de los productores extranjeros.




   Había formado sociedad con su hijo Vicente Pampló Balader en 1863 bajo el nombre de Juan Pampló e hijo, y adquirió un gran prestigio con la obtención de diversos premios en distintas exposiciones, como en los años 1867 y 1871 por la Real Sociedad Económica de Amigos del País, el primer premio en la Exposición Regional del Este de Madrid de 1874, y la medalla de oro por sus tejidos de seda de la exposición de 1880 de Valencia.




   Disponía así mismo de un acreditado comercio en la calle de San Vicente en Valencia, la denominada Casa Pampló, donde se vendían de forma exclusiva los productos de su fábrica de tejidos de seda en Burjassot.  



 Al fallecer Juan Pampló el 4 de septiembre de 1879, su familia continuó al frente, bajo la denominación inicial de Vicente Pampló e hijos y después como Viuda de Pampló e hijos. Por su parte, el negocio de la calle San Vicente estuvo al cargo de sus hijos Julián y Estanislao, hasta que se traspasó a los señores García, Vayá y compañía y posteriormente en 1907 pasó a manos de su antiguo encargado Fernando Samuel Ros junto a los empleados Francisco Vidal y Julio Escrich, los cuales quedaron constituidos en 1908 bajo la razón comercial Ros, Vidal y Escrich, aunque respetaron el título de Casa Pampló para honrar de este modo la memoria de sus fundadores. La fábrica de Burjassot continuaba en su propiedad en 1885, ya que queda constancia de una circular del ayuntamiento con los cuidados preventivos en relación a la epidemia de cólera de ese año.

      Como grandes emprendedores, la familia Pampló en 1889 estableció un gran café en la parte posterior de su edificio recayente a la plaza de la Pelota –después Mariano Benlliure- denominado El León de Oro, café emblemático en su época, que contó para la decoración de sus estancias con las obras de los artistas Emilio Sala Francés y el pintor del momento en Valencia, Ignacio Pinazo Camarlench.

      Por lo que respecta a la fábrica, finalmente acabaron vendiéndola, ya que se tienen noticias de finales de 1891 cuando se procede a su subasta judicial en manos de Concepción Romero y Martínez.


   Coincidiendo con este acto tenemos la ocasión de conocer datos de su situación, superficie e instalaciones, que se describen como un edificio fábrica de seda, compuesto por planta baja y en parte un piso alto que sirve de habitaciones, cercado de jardín, cerrado de pared, midiendo la parte edificada 1.518 m2 y los patios y jardín 2.344 m2, consistiendo el resto de 540 m2 próximamente hasta formar 4.400 m2 que componen la total superficie del edificio, en un trozo de tierra entre la pared sur la acequia de Moncada y el camino de Burjasot, hallándose situado el expresado inmueble en término de dicho pueblo, partida de Racó dels Pins, junto al camino Real de esta ciudad, al mencionado pueblo; lindante por norte con tierras de los herederos de D. Vicente Suay, riego en medio, por levante parte de los campos de D. Vicente Pampló, por mediodía dicho camino Real y por poniente la acequia de Moncada, riego en medio.



   Así mismo se describen los bienes muebles de su interior con el fin de sacarlos a la venta para cubrir las cantidades económicas que se le demandan a Concepción Romero, y que son: 92 telares con máquinas de distintas dimensiones y artefactos correspondientes, varias máquinas desmontadas, 50 batanes de diferentes dimensiones, once máquinas de encañar, 4 urdidoras francesas redondas con tres canadoras, tres mesas para dividir la madejas, tres máquinas para devanar seda, 1 torno de cornia, un peso, un aparato de aspío con 9 devanaderas con relojes y varias devanaderas de recambio, un telar para preparar telas con engrane y remendadores, una máquina de vapor, sistema Corliss de seis caballos de fuerza, con su caldera de 70 cm de diámetro y 2,50 metros de longitud con una transmisión, árbol motor y árboles secundarios, soportes de fundición, poleas, bombas para elevar agua y compresión de aire, 200 embolados o aviadores de diferentes clases, 4 telares mecánicos de una lanzadera, varios armarios, mostradores y mesas.

   La subasta de la fábrica se adjudicó a Bernabé Monfort Vela, de Villanueva del Grao, que en 1894 arrienda a la sociedad Campoy hermanos por tiempo de 8 años. Éstos poseían un comercio textil en la esquina de la plaza de la Reina con la calle de San Vicente desde 1882 con el nombre de Almacenes La Isla de Cuba, en el que vendían los productos realizados en Burjassot, y así mismo contaban con talleres de sastrería y modistería así como un espléndido surtido de artículos textiles entre los que incluían mantones de Manila, pañuelos crespón de la China, lanas, lienzos de hilo, pañería, blondas, géneros de punto, peletería, estampado, tapicerías, colchas de Damasco y China, géneros de algodón, cubres de piqué y alfombras.




    Teresa Romaní tomó en herencia la fábrica cuando fallece su marido Bernabé en 1903, y cuatro años después se produce la venta a la sociedad Carles y compañía, concesionaria de la línea de tranvía a Burjassot, que a su vez la arrienda en ese año a Francisco Miralles Albert por tiempo de siete años, y al que acaba vendiendo el 24 de noviembre de 1910 por 54.000 ptas.

   Las instalaciones no debieron variar en exceso ya que la descripción que se realiza en el acto de venta es exactamente igual a la descrita cuando se realizó la subasta en 1891. Francisco Miralles, el nuevo propietario,  era un comerciante de ornamentos de Iglesia con despacho y almacenes en la plaza de la Almoina 5-6 y la calle Palau 1-3, frente al palacio arzobispal de Valencia. Como refleja en su publicidad, en Burjassot realizaba hilados, tejidos de seda, plata y oro, que alcanzaron un gran prestigio y se exportaban hasta América. Disponía de telares a mano y mecánicos movidos a vapor, y en 1906 de iluminación eléctrica, cuyo fluido era producido en el mismo recinto y permitía que los trabajos no fueran interrumpidos por falta de luz natural.



   Francisco Miralles falleció en 1914 a la temprana edad de 48 años, y hereda la propiedad su mujer Carmen Castillo Viñes, que mantiene la tienda y la fábrica hasta el año 1924, a nombre de la sociedad Castillo y Candela, y como sucesores de Francisco Miralles.



   De nuevo el edificio se traspasa, esta vez a José Alcañiz Marín, industrial de la seda, que la adquiría en sustitución de la que tenía en la calle Caballeros de Valencia. Contaba con 20 telares y se publicitaba como fábrica de tejidos de seda, plata y oro, así como tapicerías, cubrecamas y ornamentos de Iglesia. En 1926 era considerado el primer productor de España en los artículos de sedería y arte religioso y su expansión le llevó a instalar una nueva factoría en Moncada, y  abandonar la de Burjassot. 



   El último propietario fue Anselmo Boix Solá, comerciante natural de San Mateo en Castellón, que tras un paso por Barcelona, llega a la ciudad de Melilla en 1910, donde establece con su hermano una negocio de imprenta y papelería.  Al finalizar su estancia en Melilla, adquiere la fábrica de Burjassot en 1929, con tan solo 20 telares y realiza una gran labor de desarrollo que le lleva a emplear hasta 140 personas en los años treinta, muchas de ellas de Burjassot, que confeccionan tejidos de seda, ornamentos para iglesia junto a damascos y tapicerías para cortinajes.


   Tras los delicados momentos de la guerra civil, donde la empresa es requisada para la realización de paracaídas, dispuso de materia prima, muy escasa en aquella época, que le permitió su expansión y ampliar los locales a principios de los años cincuenta, con la construcción de un nuevo pabellón con dos naves, una para los telares manuales y otra con 76 telares mecánicos, con una plantilla de 305 trabajadores, en su mayoría mujeres. A su vez contaba con otro edificio frente a la fábrica de cementos, que en origen se dedicó a la elaboración de jabones y que con el tiempo se utilizó también para la instalación de telares.




   Anselmo Boix falleció el 29 de enero de 1965 aunque la empresa continuó durante años su actividad con Eduardo Amorós Giménez como director gerente y Valentín Borrell Santana como director técnico, pero el paso de los años llevó al cese de su producción.



   Tras el cierre como fábrica textil, fue utilizada por la empresa de aplicaciones del mármol Jofral de José María Ballester Montoliu, y en la actualidad ocupa su espacio la Residencia San José, un edificio proyectado por Peñín arquitectos en 2004 y que fue finalizado en 2009, tras haber derribado el edificio industrial.