Cuando en 1902 Vicente Soliveres Díaz empieza a edificar una casa en el número ocho de la calle Progreso de Burjassot, su principal objetivo se dirige al alumbramiento de un pozo; con medios mecánicos y barrenos de dinamita perfora varias clases de rocas, y a los 22 metros de profundidad encuentra la deseada agua. Satisfecho por el hallazgo, examina el líquido, lo bebe y lo da a probar a su familia y amigos, que no solo lo encuentran ligero y apetecible, sino que ante su sorpresa a los días de tomarla su esposa comienza a experimentar un alivio de las molestias gástrica que tenía desde tiempo. Otras personas afectas prueban el agua y se repiten los resultados, experimentan mejorías en sus males. Estos hechos se propagan y acude la gente a probar el agua, que incrementa su crédito y se da a conocer en la capital y pueblos de la región.
La aportación de todos los estudios científicos permitieron catalogar las aguas como minero-medicinales, bicarbonatadas, sódicas, ferruginosas.
Con toda la documentación existente y tras los trámites oportunos se consigue el 8 de julio de 1905 la declaración de utilidad pública de establecimiento dedicado a la explotación de aguas y en 1906 se nombra médico director interino de los baños a Enrique Pelluch Escrivá.
Los baños con esta agua, aparte del beneficio debido a su temperatura de 19 grados con la que salía, proporcionaba efectos sedantes y keratolíticos, por lo que se recomendaba para eczemas y enfermedades de la piel ligadas a la artritis. Por sus características quedaba indicada al beberla en enfermedades de la nutrición, reumatismo crónico, gota, cálculos urinarios, diabetes, gastritis y enfermedades del hígado.
Tras todo el trabajo previo, el 8 de junio de 1905 quedaba inaugurado oficialmente el balneario en la calle Progreso con el nombre de Nuestra Señora de la Cabeza. No hay que olvidar que por estas fechas se estaba celebrando en Burjasot las fiestas conmemorativas del cuarto centenario de la donación de la imagen de la Virgen a la población. Su temporada oficial quedó establecida entre el 5 de junio y el 30 de septiembre. A su vez se realizaba la venta del agua en botellas de un litro en farmacias y droguerías, disponiendo de un depósito en la calle de la Congregación y posteriormente en la calle Bretón de los Herreros, donde podía probarse.
Vicente Soliveres falleció en 1913, sin embargo el balneario parece que siguió con actividad hasta principios de 1921, meses después se le menciona ya como pozo de agua potable únicamente, bajo la propiedad del platero de Valencia Antonio Chiarri, que debió adquirir la propiedad.